26/8/09
Yogur
24/8/09
Menka

Cómo se come

PARA DELIA, EL DÍA ACABABA mucho más tarde que para los demás. Compaginaba los estudios con el trabajo, así que le tocaba ir a la oficina por la noche a recuperar horas. Ya de madrugada, volvía a paso rápido a casa. No quedaba demasiado lejos, pero no se entretenía, como gustaba hacer cuando recorría la ciudad. Así que sólo descubría el final intocable de los edificios cuando todavía había claridad.
Haberlo sido

Pestiños
Sin el casi

ESE DÍA, MARGA TENÍA CINCUENTA y dos años y estaba aprovechando que era casi feliz trabajando como profesora de primaria en la escuela privada del barrio de Las Canteras, escuela que para dicho día había organizado una salida al campo con motivo de la llegada del otoño. De carácter reservado, era rubia porque el tinte y su marido lo quisieron así; y llevaba gafas para ver de lejos porque el oculista y su dificultad para leer los rótulos de la carretera también lo quisieron así. Y se le caían, como también se le empezaban a caer las tetas que un día fueron la envidia de la imaginería popular y sus devotos del barrio obrero de la Malaje, donde vivía con su Paco desde que se casaran viente años atrás un 12 de abril.
De vuelta (frag.)

ODIO EL FRÍO. El frío sirve para huir de él. Para acurrucarse en casa bajo el edredón, como un bebé que sólo quiere dormir hasta que le despierte el hambre. O para jugar durante horas, con la luz apagada, y acabar encontrando la mejor almohada. Para tomar café en buena compañía, sin azúcar, pero con un sobrecito risas morenas. Para que dragones de pacotilla hagan carreras a ver quién llega antes al final de la calle.
(Fragmento monólogo Sara, De vuelta)
La hora del Martini

Dónde morder

UNO A MENUDO INSISTE EN OLVIDAR aquello que no le interesa. El dolor, por ejemplo. Lo que no sé es si es consciente de que cuando aparece, de repente, es perro viejo que sabe dónde morder. Un labio cortado, algunas preguntas larguísimas y absurdas, y un hilito de miradas perdidas, primer balance de daños.
¿Y tú quién eres? o Fauna nocturna

La pitonisa (proyecto de monólogo)
Valiente mujer
Tatuajes en la cara

¡Te das cuenta!

Mensajes

ABRO LOS OJOS. Mañana fantástica en la ciudad que más me conoce, sol valiente en un febrero que se presenta tan impredecible como su predecesor. “Hoy puede ser un buen día”, plagio, y con esa mentalidad me tomo un soluble aunque prefiero el café. Fuerte. Negro. Amargo que no amargado. Vivan los extremos que no publicitan en la tele pero que nos proporcionan buenos momentos. A lo que iba. Que me pierdo y luego me cuesta tanto encontrarme. El café es como el papel de váter. No se reproduce. Cuando se acaba, tienes que ir a buscar más (es también como la suerte, que tampoco se reproduce ni se contagia. Te toca, o no te toca. Haber estado cerca no es ningún consuelo: casi jode más. Y ser consciente de que le ha tocado a alguien cercano, después de la efusiva felicitación de rigor, sólo te hace sentir un perfecto desgraciado).
Pasa y pisa

Tres rositas rojas

Más

COMO UNA CHULETA, apuntado en la mano, para no olvidarnos. Ser positivo es una manera de ver que todo sigue, aunque algunas cosas que fueron importantes se rompan delante de nuestras narices; personitas que significaron lo suyo salten de nuestros días, a menudo casi sin despedirse (los que nos quieren no se van nunca: a mil quilómetros o desde el cielo, no se pierden ni una); e ilusiones que nos propusimos materializar se las trague la incomunicación o la falta de puntualidad: porque los momentos de nuestros relojes mareados suelen ser distintos a todo lo demás.
¡Salud!

TE MIRAN SIN PIZCA DE MIEDO O ATERRADOS, pero siempre a los ojos, y aguantan la mirada como si de un combate se tratara. Parpadeos, sólo para mojarse los labios. Te dan, ganadores o derrotados, y escuchan tus letras o te acompañan en tus pausas llenas de dudas. Respetan tus locuras y aceptan todas tus diferencias. Se van, pero siempre vuelven cuando los buscas porque te diste cuenta de que sola no ibas a poder comértelo todo. Ahí están: generosos y amables, generosos y a regañadientes. Como si llevaran todo el rato esperándote. A ti, que llevas tanto tiempo corriendo, tropezando, aguantando el equilibrio. Subida a una zapatilla, agarrada al aire o una mano buena, mano de buena gente. Y sumando.
Te entienden o al menos hacen el intento por conocer tu idioma. Buscan contigo la llave que siga abriendo puertas y, lo mejor de todo, encuentran, ganadores o derrotados, unos segundos hermosos que llenarán con unas risas o con un montón de ellas. Y esos abrazos que curan.
Salud, amigos.
Te entienden o al menos hacen el intento por conocer tu idioma. Buscan contigo la llave que siga abriendo puertas y, lo mejor de todo, encuentran, ganadores o derrotados, unos segundos hermosos que llenarán con unas risas o con un montón de ellas. Y esos abrazos que curan.
Salud, amigos.
Girona, 17 de junio de 2008
¿Tu autobús?

CALOR. EL AUTOBÚS SE RETRASA, o yo no me he enterado todavía de los horarios. Minutos atrás, ha llovido de manera repelente, algo que nos hubiera hecho mosquear, antes, antes de que nos percatáramos de cuán necesaria es el agua. “Qué bien, ¡llueve!”, decimos, intentando no mirar nuestros zapatos chirriando, nuestros tejanos pegados a la piel, nuestras gafas llenas de puntitos, nuestro pelo aplastado. Solidarios con los problemas que azotan el mundo. Un mundo que parece que durante todo este tiempo no ha estado ahí, secándose o inundándose, según el interés del que grite auxilio. “¿Ya llueve en los pantanos, que es donde tiene que llover?”, me dijo ayer un agudo que no aguado amigo, que puntualmente me hace reír una vez por semana, algo que no tiene precio.
Fantasmas

TRAS EL PRIMER CIGARRO DE LA MAÑANA, ése que sabe a perros y que hace que nos preguntemos porqué no hemos dejado de fumar aún, intento de amoldarme a mi sofá modelo caja de cerillas para ordenar vía palabras escritas un tema que me saca de quicio. Sí, los temas que nos sacan de quicio suelen ser aquellos que nos afectan, es decir, que todavía no nos son indiferentes y por lo tanto no podemos cantarlos victoriosos o desafinados. Los que perfectamente pueden ser utilizados en nuestra contra: estoy escribiendo sobre los fantasmas.
Aúpa

A PUNTO ESTABA DE TIRAR un montón de revistas que casi me obligan a dormir en el baño a falta de espacio cuando, como si de una señal se tratara, la bolsa en que las había metido ha decidido convertirse en vestido. Vamos, que se ha roto, porque de blanca ha pasado a lila y yo erre que erre metiendo más papel y ella aguantando el tipo hasta que ha dejado de ser ella. Desparramadas por el suelo, me ha llamado la atención una portada. Serrat sonreía y yo he aprovechado y le he metido mano.
Si aceptas jugar

Hilito

La pesadilla
Matadera

LIBRETA EN MANO, GANAS, Y SIN RASTRO DEL MIEDO. Cerca mía, suena una música que colabora en mi empeño. Pelín más lejos, una rotunda señora habla sola. Tiene razón, sin duda. Me ha pedido un café largo a gritos nada más entrar por la puerta, y un “con dos sacarinas” que ha logrado despeinarme. No, ahí me he pasado: cuando ella llegó, el despeinado estaba ahí.
Higiene íntima (y II)

Proyecto la película del día en la pantalla del espejo, a la espera de su bendición. Sólo mi triunfo le cerrará la boca a la cosa más subjetiva de mi mundo. Pues tampoco estoy tan mal, me digo aguantando la respiración. ¿Eso de ahí es un grano? Mientras unos y otras buscan arrugas a quienes insultar, yo sigo contando lunares.
Higiene íntima (I)

¿POR QUÉ CUANDO TE HE DICHO que iba a escribir sobre el cuarto de baño tú te has puesto a reír, y ella ha puesto cara de preocupación? Escribir sobre algo que se esconde tras un pestillo no es tan extraño o ridículo. La mayoría de cosas que realmente pensamos esperan con el culo dormido y frío a que nos decidamos de una vez a abrir la puerta. Esperan ser dichas. O al menos que les digamos que no van a serlo, así se dejarán de esperanzas engordadoras de sueños que acabarán explotándoles en la cara. “Soy tu pesadilla, ¿te importaría dejar de sudar? Se me están calando los huesos.”
Maldita ranura

HE VISTO CÓMO BUSCAN. He visto cómo miran, mordiéndose los labios a menudo, a la espera de haber acertado cuando den contigo. Mínimamente. No necesitan más. Te encontrarán, no me preguntes cómo y, una vez ocurra, ya no podrás despegarte de ellos. No te dejarán, tampoco sabrías cómo demonios hacerlo. Y, te parecerá sorprendente, tampoco querrás hacerlo.
Ya soy ama

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